Mi marido es cartero, y como vinieron muchas cartas por la campaña electoral, le ayudé a repartirlas.
Decía que quizá los vecinos pondrían pegas por ver a otra persona repartir que no fuera él.
Salieron señores mayores y dijeron:
-Hola guapa. ¿Eres nueva? ¿Te quedarás como nuestra nueva cartera?
No parecían muy disgustados. Mi marido se equivocó pero bien.